El HondazoDel disco: Santa Fe a lo gaucho -¡Doña Griselda!...
-¡Qué!...
-Mire, vecina, mándemelo al muchacho,
pero que venga de honda pa´ la huerta
pa´ que me mate un pájaro.
Y allá va el gringo de pelito rubio,
piel de Judas de todo el vecindario,
y en lo de ´ña Rufina, apuro y rabia,
entra un poo de sol, y mucho barro.
-¡Aquel!... ¡Matalo!... ¡Negro sinvergüenza!
¡Pegamele un hondazo!...
¡Se me de la jaula en un descuido,
con lo bien que lo trato!...
Miré a la copa; todo altanería
con rebeliones de silbido en alto,
el tordo me miró, como diciendo:
“¿Vos tirándome a mi, siendo un hermano?”
-¿Y de ahí?...
-Vea… No puedo, ña´ Rufina…
¡Cómo me está mirando
-¡Su trompeta sin hiel!
-¡Doña Rufina!
¡Vivo es que hay que agarrarlo!
-No, Barrabás; si se escapó no vuelve.
¡Hay que matarlo!
En el cuero ancho y fuerte de la honda
la bolita de barro
comprensiva latió; cierre los ojos,
erré, y e tordo se escapó volando.
-¡Mándeseme a mudar!
-¡Doña Rufina!...
-¡Pa´ su casa, bellaco!
( y entró en un llanto convulsivo,
mientras él silbó agradecido de lo alto).
¡Cuanta distancia y tiempo
van desde aquel hondazo!
¿Qué habrá sido del tordo defendiendo
su libertad de pájaro?
Lo que haya sido; soledades y hambre
pudo sufrir acaso;
mejor es el imperio de la nube
que dormir y comer… pero enjaulado.
Tordo de mi niñez, hermano mío,
hombre, entendí la rebelión del canto.
El sol declina ya, pero no importa;
aún hay fuerza en mis alas…¡te acompaño! |